Carlos E. Monge nace en Costa Rica. Su paso en escuela primaria por el Conservatorio Castella siembra la semilla del arte que lo ha acompañado hasta hoy día. En sus años de adolescencia estudia pintura en la Escuela de Arte F. Amighetti. Luego asiste a la escuela de Bellas Artes en la Universidad de Costa Rica mientras se gradúa en La Facultad de Química en la misma Institución.
Ya graduado, es contratado por una firma multinacional que lo lleva a viajar por Latinoamérica y eventualmente se traslada a Sur América donde reside más de una década principalmente en Colombia y Venezuela.
Durante todos estos años Monge ha alternado su carrera profesional con su actividad en las artes, llegando a realizar varias exhibiciones en esos países del Sur.
Hoy día reside Costa Rica casi dedicado por completo a la pintura y escultura.
Años atrás fue en Venezuela donde empezó a desarrollar sus técnicas personales respecto al desarrollo de texturas utilizando materiales como arenas, arcillas, hojas de plantas, piedras y otros elementos naturales. El uso que le ha dado a estas técnicas le han permitido lograr un lugar muy especial en el área pictórica y lo impulsa a seguir en su interminable investigación y búsqueda de nuevos desarrollos.
“El arte plástico es comunicación de imágenes, ideas, historias, vibraciones, sensaciones y la textura un lenguaje muy eficiente y expresivo en lograr esa comunicación. Cuando la forma y el color no alcanza, hay que echar mano a la textura. De ahí mi incesante búsqueda de nuevas técnicas y materiales que conduzcan al desarrollo de nuevas superficies texturizadas”. – Carlos Monge
Esta experiencia en combinación con su vocación de investigador y conocimiento técnico/químico de resinas sintéticas, adhesivos, y materiales varios ha llevado a Monge a desarrollar su propio lenguaje pictórico que emplea en sus exclusivos temas que navegan entre el DADAISMO y el SURREALISMO en un mar con un intenso matiz expresionista.
La mayoría de sus temas reflejan su tradicional y sincero interés por la naturaleza y un enorme esfuerzo por capturar la esencia de los seres vivos, animales o vegetales de una manera muy particular. Sin embargo, durante los últimos años su trabajo ha dado un giro drástico en términos de sus técnicas, materiales y tópicos, pero sin abandonar su interés por los temas naturales.
Tal y como la mayoría de las personas ha sido impactado por la actual destrucción sistemática y sin medida del medio ambiente y de la patética impotencia que todos sentimos cuando vemos que cada día decenas de especies son condenadas a la extinción. A causa de toda esta pesadilla a Monge le invadió una vision muy pesimista del futuro de la naturaleza. A manera de denuncia o advertencia su imaginación engendra una serie de seres que han perdido su habilidad de sobrevivir de manera natural y lo hacen gracias a una compleja y autómata maquinaria implantada en sus cuerpos que sustituye estas elementales facultades perdidas. En este ficticio y sombrío mundo hasta el hombre mismo ha caído en la necesidad de convertirse en uno estos seres híbridos, mitad maquina y mitad ser vivo para poder ser capaz de preservar la especie.
Esta falta de conciencia en la conservación del ambiente y en la producción masiva de desechos de todo tipo que causan este enorme daño, ha provocado en la mente de este pintor unos enormes deseos de despertar la conciencia de los espectadores. Así, decidió empezar a recolectar desechos que pudieran emplearse en la creación o construcción de estas fantasmagóricos seres. Y al hacer todo esto de alguna manera pretende inducir al espectador a que se sume y elija una manera de minimizar la contaminación al encontrar un modo alterno para que estos desechos no lleguen al medio ambiente con toda su capacidad destructiva.
En el trabajo de Carlos Monge, el fin de estos desechos es muy noble, pues trascenderán como parte integral de obras de arte.